Huevos Taratuto, huevos

Por Mex Faliero

El de la comedia romántica es un camino casi inexplorado por el cine nacional. Bueno, como casi todo el cine de género y sus subgéneros. Y en los últimos años la figura de Juan Taratuto apareció allí para poner el ojo y darle un acento local a los enredos y las idas y venidas características de las películas de amor. Esto es un poco cierto y un poco falaz. Un poco cierto, porque es verdad que lo que motivaba a sus personajes eran los impulsos amorosos, pero falaz porque si vemos con atención No sos vos soy yo, la mujer es un accesorio. Y el cine romántico debe ser un cine de a dos, de parejas, o de tres en el clásico triángulo amoroso.

También es cierto que así como No sos vos soy yo funcionaba muy bien, con un Diego Peretti que se comía la pantalla y en definitiva la película se terminaba transformando en la divertida travesía de un neurótico desamorado (para que funcione no debe ser vista como comedia romántica típica), con su segundo film Taratuto comenzaba a perder intensidad. Pero además coherencia. ¿Quién dice que es fácil? era como una continuación no aceptada, la del mismo personaje neurótico en la piel de Peretti pero al que se le agregaba una contraparte femenina fuerte, de personalidad (Carolina Peleritti).

Claro, contraparte femenina fuerte que se traicionaba cuando el film debía ir a los bifes, a concluir su cuento. Allí por obra y gracia de un recién nacido, Taratuto pegaba con plasticota a una pareja que no podía funcionar bajo ningún sentido. Y eso no es creer en la comedia romántica, es más bien creer en un tipo de sociedad burguesa que encierra a las fieras (Peretti) en la jaula feliz del feliz matrimonio.

En fin, la tercera película de Taratuto nos iba a revelar si aquel era un paso en falso o la consumación de un cine que se entiende como un catálogo de ideas sobre cómo ser bueno, casado y feliz. Y digamos que el punto de inicio de Un novio para mi mujer, una pareja que está al borde de la ruptura y un marido que contrata a un tipo para que seduzca a su mujer y así sacársela de encima, presentaba algunas aristas de interés.

Como en todo Taratuto, hay que decirlo, la comedia funciona. Y por eso no es de dudar la efectividad de la película. Más si tiene a ese torbellino cinematográfico llamado Valeria Bertucelli, que agarra cada monólogo de su personaje La Tana y lo transforma en mortalmente graciosos apuntes sobre la vida en sociedad. Su interpretación ilumina cada pasaje feliz del film, que los hay y varios, rankeando alto aquel en el que esta mina aburrida y pesimista se burla de una conocida en un cumpleaños hablando de los signos del zodíaco y de las coincidencias.

Pero también como en todo Taratuto, hay que decirlo, el humor y los diálogos humorísticos a veces tienen poca correlación con lo que se quiere narrar o con cómo se lo narra. Hay algunas ideas desperdigadas por todo el film que carecen de un sentido estético: un flashback en el que el personaje de Suar sale volando no está apoyado en una construcción que haga uso de lo surrealista, ¿qué pasa con el patético personaje de Gabriel Goity que desaparece así sin más?, ese mismo personaje, presentado como si se tratase de un asesino a sueldo, choca una y otra vez con el registro del resto de la película. Es decir, el film es por momentos una de Woody Allen, por otros una de la comedia moderna hollywoodense (con los amigos influyendo en el personaje central), por otros una comedia romántica clásica, por otros apela al costumbrismo televisivo. Daría la impresión de que el film fue acabado en el rodaje y las ideas iban surgiendo allí, pero el problema es que si se quiere esa construcción arbitraria no se condice con una estética que haga del imprevisto una norma ya que Un novio para mi mujer es una película fríamente controlada.

En el film, La Tana (Bertucelli) y El Tenso (Suar), asisten a una sesión de terapia y lo que vemos es un largo flashback sobre los últimos seis meses donde la relación se vino en picada. El intento es, claro está, el de reflejar el fin de una relación. Pero Taratuto nunca logra capturar el pesimismo de esa situación, la desolación y la tristeza de lo que resulta inevitable. Un novio para mi mujer sigue un poco el derrotero de Viviendo con mi ex, aquella oscura y triste película de Peyton Reed con Vince Vaughn y Jennifer Aniston, pero no se anima a dar los pasos que daba aquella. Se podría llegar a afirmar, si me permiten la grosería, que es como Viviendo con mi ex, pero sin huevos.

Y no se anima porque detrás de la comedia reidera, de las situaciones originales, de los contrapuntos a veces acertados entre La Tana y El Tenso, conviven y se imponen en sagrado matrimonio la habitual clase media castrada de las ficciones televisivas de Pol-Ka con el conservadurismo y la mirada tranquilizadora de la dupla Juan Taratuto-Pablo Solarz (guionista también de ¿Quién dice que es fácil?). Un novio para mi mujer no se anima a decir lo que tiene que decir, además se impone (otra vez) un castigo sobre el personaje femenino al mostrarlo como el componente en discordia y sigue exponiendo al hombre como torpe, pero querendón y buena persona.

Por lo tanto Un novio para mi mujer, que tenía la difusión y la efectividad como para llegar al público en un año para el olvido de la relación entre el cine nacional y su gente, bien puede que funcione. Pero lamentablemente es una gran oportunidad perdida para mostrar un cine más maduro, un público menos conformista y alcanzar esa idea de que uno no entra al cine para que lo acaricien y le doren la píldora, sino para que le cuenten bien una historia con lógica, coherencia y honestidad. Huevos Taratuto, te faltaron huevos.