Título original: W.E.
Origen: Inglaterra
Dirección: Madonna
Guión: Alek Keshishian, Madonna
Intérpretes: Abbie Cornish, Andrea Riseborough, James D’Arcy, Oscar Isaac, Richard Coyle, David Harbour, James Fox, Judy Parfitt, Haluk Bilginer, Geoffrey Palmer, Natalie Dormer
Fotografía: Hagen Bogdanski
Montaje: Danny Tull
Música: Abel Korzeniowski
Duración: 119 minutos
Año: 2011


5 puntos


Cuando el sentido se desploma

Por Matías Gelpi

Advertencia: intentaré en esta crítica no referirme a Madonna como “la reina del pop”, o hacer referencia a Like a prayer o Like a virgin.

La película de Madonna es en realidad dos: una burda aunque aceptable, la otra mala y aburrida. Desde el título argentino y el póster se nos vende que nos van a contar la historia de Eduardo III y su amada Wallis Simpson, en lo que es, si se quiere, una precuela de El discurso del rey, y algo de aquella película hay aquí. Sin embargo, existe otra historia contada en paralelo que lucha con la otra; la historia de Wally (Abbie Cornish) una deprimida chica neoyorquina que vive un matrimonio en decadencia y tiene dos exageradas (e injustificadas desde el punto de vista de la lógica del film) obsesiones: la vida y circunstancias de Wallis Simpson, y quedar embarazada lo más pronto posible.

La ejecución de la premisa inicial del film, o sea, esto de encontrar ambas historias, entrelazarlas mezclarlas e intercalarlas, es por lo menos torpe en un principio ya que el montaje confunde, y es cada vez más insostenible a medida que se desarrolla la película. Cuando ya pasó la primera hora no queda nada en pie, excepto el emparejamiento absurdo de dos historias que se aplastan y que no se resignifican, ni se sostienen una a la otra.

El párrafo anterior ya dice bastante de los problemas de dirección de la buena de Madonna, pero seamos un poco más malvados y no dejemos de mencionar la guarangada constante que es el sonido, subrayando, y lo que es peor, buscando dar sentido a cada hecho trágico que sucede. Por ejemplo, hay un momento en que Wally se inyecta una droga de fertilidad, en el que cada uno de los pinchazos está acompañado con el sonido de un trueno que no se le ocurriría poner ni a la producción de un programa de Chiche Gelblung.

Decíamos que la parte de la película que cuenta la historia de Eduardo III y Wallis Simpson podía ser considerada una precuela El discurso del rey. Con aquella comparte, además del contexto histórico, esa forma de mostrar a los personajes secundarios como caricaturas (ver cuando aparece la ridícula caracterización del padre de Eduardo) y la excesiva piedad en cómo se retrata a esos personajes históricos (recordemos que en El discurso del rey Bertie, o sea el rey, es apenas retratado como un pobre tartamudo que debía recuperarse para liderar una nación, cuando las cosas nunca son tan lineales y menos en estos personajes). Pero bien, la que salva las papas en este tramo es Wallis Simpson, interpretada correctamente por Andrea Riseborough, que es el personaje más interesante y complejo de este artefacto filmado por… la reina del pop (perdón tenía que decirlo).

La otra parte del film es la menos interesante y más aburrida. Wally, esta chica deprimida encarnada por Cornish, no despierta la más mínima empatía  y como venimos  diciendo desde el principio, la interacción de su historia con la otra le aporta cada vez menos interés a medida que pasan los minutos. Una historia que además es una bolsa de lugares comunes acerca de todo. Y seamos sinceros: Abbie es muy bonita y elegante, pero despierta menos sentimientos que un partido del Chucho Acasuso.

Y les pido perdón queridos lectores pero no puedo reprimirme más: Madonna ya no es una virgen en cuanto a dirigir cine, aunque ya debería ir abandonando esta cruzada, o rezar una oración que la haga mejorar.