UN SEGUNDO INICIO SIN CONCESIONES
Por Matías Gelpi
La saga de Bourne tiene dos comienzos: obviamente que todo inicia con Identidad desconocida (Doug Liman, 2002), pero La supremacía de Bourne, primera secuela dirigida por Paul Greengrass, también puede considerarse un inicio, ya que absorbe la estructura de la primera película al mismo tiempo que introduce los elementos que harían que la consideráramos extraordinaria y fundamental para entender el género de acción de la década posterior. La supremacía de Bourne se convirtió en un molde para hacer una película de acción moderna y perfecta.
1-La solidez es el rasgo más fácil de intuir en las películas sobre Jason Bourne dirigidas por Greengrass. Una solidez que atraviesa a todo el conjunto y que va desde la actuación de Matt Damon, pasando por la determinación en las decisiones del protagonista, la acción descomunal filmada con incomparable pericia, llegando hasta la simple dureza del guión de Tony Gilroy. De hecho, el director y el guionista hasta aciertan al darle a Bourne la motivación definitiva e ineludible, el asesinato de un ser querido que despierta la potencia de sus demonios internos, un combustible que alcanzará para dos películas en donde veremos a un Bourne en llamas llegando hasta las que parecen ser las últimas consecuencias.
2-Lo más interesante que logra introducir Greengrass al universo Bourne, y también al Universo en general, es su estilo, que parece haber sido concebido para filmar estas películas. Una cámara frenética que se esfuerza en alcanzar al protagonista, que parece llegar siempre un segundo tarde, que no queda del todo bien ubicada, y cuyo efecto es demoledor. Este rasgo es fundamental, porque nos centra en el corazón de un personaje feroz como Bourne y no nos deja respirar. Greengrass entiende bien lo que Michael Bay nunca entendió: se puede mover mucho la cámara y aún así producir efectos precisos y también conseguir que la narración sea precisa. Los derivados del estilo Greengrass se han vuelto canon en términos de realismo en películas de acción. Además, La supremacía de Bourne y Bourne: el ultimátum crearon (perdón por la discreción borgeana) crearon un nuevo espectador para el género, a tal punto que hasta el 007 debió modificarse para parecerse al espía/asesino, seco e implacable, interpretado por Damon.
3-No estaría mal pensar que La supremacía de Bourne funciona como El imperio contraataca (Irvin Kershner, 1980), es decir, enriqueciendo un buen comienzo pero también dejándolo un poco de lado, a la vez que se impulsa la historia hacia adelante hasta un punto sin retorno. Sin embargo, este paralelismo sirve sólo parcialmente, porque la calidad de la inevitable continuación de El imperio contraataca, El regreso del Jedi (Richard Marquand. 1983) es, todavía hoy, discutible sin generar demasiada polémica; pero la continuación de La supremacía de Bourne, Bourne: el ultimátum, también dirigida por Greengrass, es probablemente una de las mejores películas de acción de todos los tiempos, y discutirla probablemente nos ponga en la mira de Jason, lo cual no es muy recomendable.