Por Rodrigo Seijas

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Emiliano Torres es el realizador de El invierno, film centrado entre la rivalidad creciente entre un viejo capataz y un joven peón que toma su lugar, con ambos resistiendo como pueden la llegada del crudo invierno. La película, que se estrenará en la Argentina el 6 de octubre, ya tiene garantizada su participación en los festivales de San Sebastián, Biarritz y Zurich. En charla con FANCINEMA, el cineasta se explayó sobre la concepción del proyecto, los desafíos enfrentados a lo largo de la producción y el recorrido de la que es su ópera prima, entre otros temas.

-¿Cómo nació el proyecto? ¿De dónde surge esa idea del invierno casi como un villano palpable que condiciona la existencia de los personajes?
Surgió de una experiencia personal durante un viaje que hice hace unos diez años por la Patagonia, específicamente la zona sur de la Ruta 40. Intentando rodar un documental en pleno invierno, me enfrenté a dificultades que convirtieron la filmación en un verdadero curso de supervivencia. Mientras esperaba a que pase una tormenta en la casa del capataz de la estancia en la que encontré refugio, tomé nota mental de lo que estaba viviendo, de las historias que escuchaba y sobre todo de los puntos de contacto con mis propias experiencias. Ese fue el punto de partida del guión que luego escribimos junto a Marcelo Chaparro. Llevamos adelante la escritura a partir de los personajes, guiados por ellos, fue como narrar una anécdota de viaje o como contar una historia junto al fuego. El relato nos sorprendía a cada paso y cobraba forma de manera muy veloz. Intentamos trasladar la crudeza de nuestros personajes y del lugar al guión, las acciones como guía principal, las palabras justas y necesarias. Creo que no sólo dimos con un guión sólido y contundente, sino que durante la escritura encontramos un estilo propio, que seguramente profundizaremos en el próximo guión.

El invierno en una estancia del extremo sur de la Patagonia, representa un cambio de ciclo, el momento del año en el que ya no se trata de vivir sino de resistir. Hay que pasar el invierno, se suele decir. Lo que falta para que lo peor termine. Me interesaba llevar al espectador hasta un punto en el que no tuviera la menor idea de lo que iba a depararle la historia. Sentir que estamos tan perdidos como el protagonista. Hasta que algo sucede.

-Siendo ésta su ópera prima, ¿Qué desafíos implicó asumir la posición de director y la responsabilidad mayor dentro del proyecto?
Implicó un gran desafío pero lo viví con cierta naturalidad: después de muchos años de trabajo en la industria, el set de filmación es para mí un lugar muy conocido y me siento cómodo filmando. Creo que la mayor responsabilidad es con uno mismo, ser capaz de soltarse y expresarse a través de los actores, la cámara y con la ayuda del resto del equipo técnico. En este caso, el verdadero desafío para mí era ir más allá del guión, abrir los ojos a la realidad que se presentaba en cada día de rodaje y hacer de las limitaciones un estimulo para encontrar nuevas y mejores formas de contar la historia que había escrito.

-El relato en cierta forma está partido en dos, a partir de las perspectivas de dos hombres con una gran diferencia de edad. ¿Cómo se desarrolló narrativamente esa contraposición?
Evans y Jara son como dos caras de la misma moneda, el mismo personaje con sutiles diferencias y en distintos momentos de sus vidas. Quise describir esas diferencias y esos puntos de contacto, la manera en la que uno se transforma en el otro. La estructura narrativa es algo inusual, pero cobra sentido sobre el final. Me interesó desde un principio partir el relato de ese modo: era un corte brutal, pero creo que al mismo tiempo era consecuente con el tipo de historia que estaba contando.

-Desde la puesta en escena el paisaje juega un rol prominente. ¿Fue esto pensado desde un principio o surgió durante la filmación? ¿Cuáles fueron los criterios para los encuadres y la fotografía?
Los paisajes están siempre integrados a la acción y en casi todos los casos incluyen a la figura humana. Esto era muy importante para mí. No quería hacer un recorrido panorámico de la Patagonia, necesitaba ver ese lugar a partir de la presencia indispensable de los personajes. Sabía que podía prescindir de los paisajes pero no del relato. Intento hacer cine para el cine, abrir los planos pensando en la gran pantalla y usar el formato de cuadro en su máxima expresión. Afrontamos el rodaje con una serie de premisas bastante clásicas: lentes normales, amplia profundidad de campo y movimientos de cámara sólo en función de la acción. El peso formal estuvo siempre sobre el encuadre, el movimiento interno y la distancia física entre la cámara y el objeto. Rodamos la película casi siempre con luz natural, aún en interiores, lo que nos obligaba a filmar para la luz, un ejercicio que muchas veces implica una búsqueda muy minuciosa y a la vez vertiginosa de los momentos de luz para cada escena.

-El film no es un drama lineal, ya que se permite incorporar otras variables genéricas, como el thriller. ¿Cómo fue el desarrollo desde el guión?
Construimos un relato que en una primera instancia hace foco en la descripción casi documental de la vida cotidiana en la estancia, luego se desarrolla como drama y finalmente alcanza su resolución como thriller. Este recorrido estuvo claro desde el principio y creo que es clave en la estructura final del relato. Me interesan particularmente las estructuras narrativas que mutan y que desdibujan los límites entre distintos géneros.

-¿Cómo se concibió el casting? ¿Qué buscó en cada uno de los protagonistas?
Es una historia de seres anónimos, por lo que necesitaba dos actores que se mimetizaran perfectamente con el entorno. En ambos casos busqué matices, sutilezas y escapar de los lugares comunes. En el personaje de Jara, además de lo que implica ser un trabajador rural, las consecuencias del desarraigo y la injusticia, necesitaba percibir la violencia y la ambición de alguien que quiere salir de esa situación a cualquier precio. En cuanto a Evans, además del personaje hosco y autoritario, necesitaba encontrar esa dosis de fragilidad que finamente permitiera empatizar con un personaje tan hostil.

Busqué mucho a los protagonistas y pasé por toda clase de especulaciones al respecto. Finalmente decidí empezar a moverme y salir de Buenos Aires. Primero hicimos un casting regional y en Misiones pude dar con Cristian Salguero. La conexión fue inmediata: Cristian tiene un manejo del tiempo y un grado de acercamiento al personaje sorprendente. Al poco tiempo, en otro viaje más guiado por la intuición que por una idea concreta, entrevisté a Alejandro Sieveking en Chile. De nuevo la sensación de haber dado con el personaje y en este caso no fue necesario ni siquiera un casting. Nos dimos la mano en un bar y supe inmediatamente que era él. Clint Eastwood dice que lo más importante en el trabajo con los actores se juega en el momento de la elección y adhiero firmemente a esa idea.

-¿Qué implica para usted que tu film haya sido seleccionado para las competencia de festivales como San Sebastián y Biarritz?
Y ahora se suma la Competencia Internacional en el Festival de Zurich. Enorme sorpresa, no esperaba llegar tan lejos con una primera película, estar en la Competencia Oficial de San Sebastián es para mí como un sueño que ni siquiera había soñado. Ojalá esto sirva para apoyar el próximo estreno de la película en Argentina y en Francia a principios de febrero del 2017.